El voto en blanco es una forma de participación electoral que es tan válida como el apoyo a un candidato o a un partido. Su valor radica en la importancia jurídica que le otorga la Ley, que en el caso de la legislación colombiana es decisiva y está conceptuado como un factor que puede forzar a la repetición de la votación, como contempla el artículo 258 de la Constitución. Dicho artículo aclara que cuando los votos en blanco constituyan la mayoría del total de votos válidos de una votación para elegir los miembros de una corporación pública, gobernador, alcalde o la primera vuelta en las elecciones presidenciales, la elección debe repetirse por una sola vez.
En el caso de las elecciones unipersonales (gobernador, alcalde, Presidente en primera vuelta) no podrán presentarse los mismos candidatos, mientras que en las elecciones a corporaciones públicas no se podrán presentar las listas que no hayan alcanzado el umbral mínimo de votación.
La Reforma Política aprobada en junio de 2009 amplió los límites del voto en blanco. La mayoría exigida para hacer efectivos estos votos ya no es “absoluta”, como decía en la Constitución anteriormente, sino que es simplemente la mayoría “del total de los votos”. Esto quiere decir que las votaciones en las que los votos en blanco “salgan ganadores”, se deberán repetir.
A pesar de su peso legal, han sido múltiples los debates sobre la utilidad y vigencia del voto en blanco dentro de la democracia. En la historia política de Colombia no se conoce ningún caso en el que el ejercicio de este derecho haya sido concluyente. Sin embargo, un caso representativo, que prometía sentar un precedente a favor del “voto protesta”, ocurrió el 30 de octubre de 2005 en las elecciones atípicas para alcalde que se celebraron en Cartagena. Ninguno de los candidatos era una buena opción para ganarle al ex alcalde Nicolás Curi Vergara, quien había salido del cargo en 2000 con más de 70 denuncias en su contra, pero era el candidato más fuerte y quería repetir.
La campaña a favor del voto en blanco fue emprendida por varios sectores descontentos, incluidos los medios de comunicación, importantes personalidades y otros seguidores de esta herramienta protesta. El día de las elecciones la historia no cambió. La abstinencia alcanzó un 78 por ciento, y la mayoría de los que votaron lo hicieron por Curi quien obtuvo 54.583 votos, mientras que el voto en blanco, quedó en segundo lugar con 40.683 papeletas. Si hubiera triunfado el voto en blanco, se habría convertido en símbolo de revolución contra las clases políticas de la ciudad y se hubiera convocado a nuevas elecciones.
El alto número de votos en blanco, exigidos por la Ley para que éste resulte vencedor genera apatía entre los ciudadanos que ven nulos sus efectos prácticos y terminan asignando su papeleta al candidato con menos opciones como estrategia para combatir al aspirante favorito.
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